(Crónica Final)
La culminación de mi aventura en las Tierras Altas fue en el festival anual que se lleva a cabo en Mt Hagen, la ciudad más chunga que hasta hoy he visto. Tres guardaespaldas me acompañaban, uno el mío (mi guía) y otros dos chicos locales para proteger a mi guía, ya que los “intrusos” aunque sean del mismo país tampoco son bienvenidos por aquí…
Este festival surge con ánimo de apaciguar los ánimos de las tribus compartiendo la propia cultura entre las remotas tribus y valorar la riqueza las unas de las otras pensando en un futuro pacífico entre todas ellas, cosa que se complica al ser éste un país con más de 800 lenguas distintas e infinidad de tribus antes rivales, por lo que muchas de ellas directamente ni se entienden. Riqueza cultural por doquier en un festival donde salidos de sus escondites de lujo los turistas hacían aparición para tomar miles de fotos y desaparecer nuevamente con su escolta.
Afortunadamente el sabor de boca tan amargo que llevaba de tierras altas plenamente convencido de no volver a este país (al menos no de esta manera tan estresante) se me quitó durante los últimos días en la región de “Tufi”, la tierra de las caras tatuadas y un estremecedor cielo estrellado (del cual no fui capaz de hacer una maldita foto digna) en la costa del país, conviviendo con pescadores y aldeas remotas donde poco saben de enfrentamientos tribales y es que, parece ser que el mar, la brisa y la vida en torno a una canoa y un anzuelo calma el espíritu guerrero de estas gentes, las cuales me colmaron de regalos pese a tener muy pocas posesiones.
Pese a todo ha sido un viaje inolvidable y me llevo muchos nuevos amigos dispuestos a dar su vida por el “hombre blanco” y a los que muy probablemente jamás volveré a ver. “Mi hermano” como llegó a considerarme Maima (“Bugs” para los amigos), después de muchos días viviendo con su familia, (quién me sacó corriendo de la montaña).
No seré yo quién les juzgue cuando en nuestra historia pasada quizás nosotros fuimos incluso más salvajes de lo que pudieron ser ellos. También ellos pensaron que somos salvajes cuando les contaba sobre los atentados que los fanáticos de la religión están llevando a cabo en tantas ciudades supuestamente “avanzadas” y cultas. Todo sigue su proceso natural y con un poco de suerte, tiempo y políticos menos corruptos, la riqueza de Papúa Nueva Guinea pueda ser preservada para compartirla con el resto del mundo sin necesidad de guardaespaldas…mi primera cerveza al llegar a casa será brindando por ello. Salud!