Papúa Nueva Guinea no es país para recorrerlo como yo lo hice, con la mochila y un simple guía local (más bien guardaespaldas), el cual también necesitaba dos guardaespaldas cuando nos movíamos fuera de su “territorio”. Comprobé que esto no era nada parecido a lo que hasta ahora conocía, cuando tras aterrizar mi guía no se presentó y decenas de miradas nada acogedoras se volcaban sobre este turista solitario con cara de poker sin saber como solventar el problema. Más tarde, también el primer día y tras solventar (gracias a la excepción que confirma la regla) el “marrón” del plantón que me había dado el guía decidí recorrer no más de 500 metros para buscar algo de comida…se me hicieron eternos. Sin otros hombres blancos a la vista (algo que se mantuvo durante todo el viaje), sentí cientos miradas hostiles y hasta tres veces en sólo 30 minutos vinieron a pedirme dinero. No quería creerlo, no estaba dispuesto a dejarme llevar por la sugestión después de escuchar tantas historias de estas tierras, pero finalmente tras varias semanas llego a la conclusión de que era real, no lo imaginaba. Al igual que me prohibieron desde el primer día ir al baño de madrugada sin avisar al guía, pisar la calle durante la noche en este país no es una opción, obviamente.
Pocos o casi ningún turista encontré por aquí y los pocos que hay salen del hotel escoltados a alguna “excursión” y de vuelta al hotel, sin tener casi contacto con la gente local. Vivir con las familias y tribus de por aquí es otra historia; Una historia que me ha llevado a vivir experiencias intensas y cercanas con tribus acogedoras con el “hombre blanco” como me decían , pero a la vez violentas y con las que conviene llevarse bien y ser cordial. Alcohol, pobreza, miseria, bajísima educación y nivel cultural, poco aprecio a la vida y muy poco que perder es la tónica aquí. Como anécdota, mi último día en las Tierras Altas de Papúa NG fue el día en el que más miedo he pasado jamás. Estando acogido por una familia en la región de Asaro alguien a todo pulmón grita desde la montaña avisando de que dos tribus se estaban enfrentando en los alrededores para saldar la muerte de uno de ellos la semana pasada en una disputa. Con la cara descompuesta el líder de la aldea donde estaba me dice que meta a toda velocidad mis cosas en la mochila y vayamos corriendo montaña abajo, que hay que salir de allí YA. Bajando a todo correr nos vamos cruzando con pequeños grupos de hombres y mujeres que suben con arcos, flechas, palos, lanzas, tirachinas y sobretodo machete en mano (el arma de moda). Imaginaos, yo no sabía si esos eran los buenos o los malos hasta que saludaban al tipo que me llevaba hacia abajo. En fin que vaya mal rato pasé hasta que me sacaron de la montaña…fue el momento en que tomé la foto del tipo con el supermachete ya en zona “segura”. Poco me consoló saber que para ellos eso era el día a día.